Durante décadas, la madera ha sido injustamente subestimada como un sistema constructivo menor en el imaginario colectivo mexicano. La percepción dominante la asocia con lo efímero, lo vulnerable y, en el mejor de los casos, lo artesanal. Esta mirada prejuiciosa ha condenado a la madera a ser vista como un recurso de segunda categoría frente al concreto y al acero, lo que ha limitado su adopción masiva a pesar de sus evidentes beneficios técnicos, económicos y medioambientales.
Según cifras del INEGI, más del 70% de la vivienda en México es de mala calidad o autoconstruida, sin asesoría profesional ni estándares técnicos formales. Este fenómeno responde a un sistema que excluye a millones de familias del acceso a financiamiento, tierra bien ubicada o constructoras capacitadas que puedan satisfacer la demanda de alrededor de 800 mil viviendas anuales (Saiz, 2022). Aunque se suele discutir el problema desde la perspectiva del financiamiento o la política de suelo, creemos que el verdadero obstáculo está en la mentalidad: en la forma en que entendemos y valoramos los sistemas constructivos, en especial la madera.

Propiedades de la madera: más allá del prejuicio
En artículos anteriores hemos abordado los beneficios generales del uso de la madera. En este texto nos enfocaremos en sus propiedades técnicas y estructurales, las cuales son fundamentales para comprender su verdadero potencial.
En la industria de la construcción, las maderas se agrupan principalmente en dos grandes categorías: maderas blandas (coníferas) y maderas duras (latifoliadas). Las maderas blandas son comunes en regiones templadas como Norteamérica y Europa. Provienen de especies de crecimiento rápido, como el pino, el abeto o el cedro, lo que permite su explotación comercial sostenible a gran escala. Son fáciles de trabajar, tienen precios accesibles y una disponibilidad constante, lo que ha favorecido su uso generalizado.
Por otro lado, las maderas duras crecen lentamente en climas tropicales y suelen provenir de especies como el zapote, el tzalam o el cumarú. Estas maderas presentan mayores densidades, mejor resistencia estructural, así como mayor durabilidad ante condiciones adversas como humedad, plagas y hongos. Estas características, si bien las hacen técnicamente superiores para ciertos usos, también incrementan sus costos y reducen su disponibilidad, lo que ha limitado su difusión, especialmente fuera de zonas tropicales.
La resistencia a la humedad, el ataque biológico y la deformación estructural son puntos clave donde las maderas duras suelen sobresalir. En climas exigentes —como zonas costeras o selváticas— estas maderas son frecuentemente preferidas por su longevidad y comportamiento estructural. Aun así, esta excelencia técnica no ha sido suficiente para posicionarlas como una alternativa competitiva en el sector vivienda, en parte por desconocimiento, falta de estandarización y la carencia de una industria formalizada en torno a su uso.

Propiedades técnicas: comprensión y estandarización
En México, la Norma Técnica Complementaria para Diseño por Madera del Reglamento de Construcciones clasifica las especies disponibles en función de su módulo de elasticidad, es decir, su capacidad para resistir deformaciones bajo carga. Las maderas duras se dividen en cuatro grupos estructurales, mientras que las maderas blandas se agrupan en categorías A y B. Esta clasificación permite seleccionar materiales en función de su rendimiento mecánico y su uso proyectado.
Además del módulo de elasticidad, existen otros indicadores clave que deben considerarse al momento de diseñar con madera: el módulo de ruptura, el módulo de aplastamiento, la dureza Janka, el encogimiento volumétrico y la durabilidad natural. Estos valores, disponibles en fichas técnicas de proveedores o asociaciones científicas, se calculan bajo condiciones de humedad controladas (normalmente entre 7% y 15%), que son las ideales para garantizar un comportamiento estructural estable.
En proyectos de mayor escala o complejidad, muchas constructoras especializadas recurren a normas internacionales como la NDS 2018 (National Design Specification for Wood Construction) del American Wood Council, que ofrece criterios más detallados y herramientas de cálculo más robustas. Esto permite diseñar estructuras de alto rendimiento y mayor durabilidad con madera, incluso en entornos urbanos o de alta exigencia técnica.

Sistemas constructivos: una riqueza de posibilidades
El verdadero potencial de la madera no reside únicamente en su composición biológica, sino en la variedad de sistemas constructivos que. Bajo el paraguas del llamado Mass Timber, se agrupan diversas soluciones técnicas que van desde el uso de madera maciza tradicional hasta productos ingenieriles como el Glulam (madera laminada encolada), el CLT (madera contralaminada), el PSL (Parallel Strand Lumber), el DLT (Dowel Laminated Timber) o el NLT (Nail Laminated Timber). Cada uno de estos sistemas tiene aplicaciones particulares y permite diseñar con flexibilidad según el contexto y las necesidades del proyecto.
De forma general, podemos clasificar tres tipologías estructurales comunes en construcción con madera:
- Framework (entramado estructural)
Sistema con postes y vigas donde los muros se rellenan con aislamiento o paneles de cierre. - Zipanel (panel prefabricado en bastidor)
Elementos planos que integran estructura, aislamiento y acabado en un solo módulo. - CLT (madera contralaminada)
Paneles macizos multicapa con gran rigidez, ideales para entrepisos, muros portantes o cubiertas.
Estos sistemas pueden apoyarse sobre cimentaciones de concreto o pilotes de madera dura, siempre considerando el principio esencial del “zapato y sombrero”, como diría el arquitecto Héctor Delmar, de HDA. Esto significa proteger las extremidades de la madera con materiales metálicos, químicos o barreras impermeables, ya que la madera absorbe agua principalmente por sus extremos.
Sistemas híbridos: conjugando lo mejor de cada mundo
Una de las mayores virtudes de la madera es su compatibilidad con otros materiales. En sistemas híbridos, se pueden combinar las ventajas del concreto (excelente comportamiento a compresión), el acero (excelencia a la tensión) y la madera (gran elasticidad y bajo peso). Esta sinergia permite optimizar el diseño estructural frente a fenómenos naturales como sismos o vientos, e incluso mejorar la eficiencia térmica y acústica del inmueble.
Por ejemplo, en proyectos verticales, suele emplearse concreto en los primeros niveles o núcleos estructurales, mientras que los pisos superiores se levantan con madera, reduciendo carga y costo. En cubiertas o fachadas expuestas, la incorporación de acero puede mejorar la resistencia a deformaciones, aunque en contextos salinos como las costas, la madera tratada sigue siendo la mejor opción.
Además, la prefabricación en talleres permite reducir rutas críticas de obra, minimizar residuos y optimizar la instalación en sitio, generando un entorno más limpio y seguro para los trabajadores.

Aplicaciones y desafíos
A pesar de estos beneficios, los desafíos siguen siendo importantes. El mayor de ellos quizá sea el desconocimiento técnico y la percepción de riesgo que tienen tanto desarrolladores como usuarios finales. La madera es todavía vista como un material “de alto mantenimiento” o “poco seguro”, lo cual inhibe su adopción a gran escala.
Sin embargo, la experiencia demuestra lo contrario. Equipos de diseño y consultoría especializados han logrado reducir presupuestos hasta en un 30% durante las fases de ajuste arquitectónico gracias a una correcta selección de sistemas y materiales. La clave está en la colaboración temprana y transversal entre arquitectos, ingenieros, proveedores y usuarios, desde las primeras etapas del diseño.
Una transformación en marcha
La madera tiene un camino por recorrer en el sistema constructivo mexicano. La curva de aprendizaje es amplia y requiere esfuerzo continuo en formación, normalización, cadena de valor y políticas públicas. Aún hay mucho por hacer en términos de métricas ambientales y trazabilidad, pero lo cierto es que la madera —cuando se explota de forma sustentable— captura carbono, mejora la experiencia del usuario, y habilita procesos de construcción más limpios y humanos.
Como lo mencionamos recientemente en un panel de expertos: el reto no es de oferta, sino de demanda informada. Sistematizar datos, homologar criterios técnicos y desarrollar cadenas de suministro es una labor factible a corto plazo. Lo complejo es activar la mente y voluntad de quienes deciden: los desarrolladores, los diseñadores y, sobre todo, los usuarios finales.

El Mass Timber Challenge: un paso firme
Un ejemplo tangible de esta transformación fue el Mass Timber Challenge México, realizado durante agosto y septiembre de este año 2025. Este concurso nacional tuvo como objetivo promover el conocimiento y la experimentación con sistemas constructivos de madera. Se llevaron a cabo cuatro webinars temáticos con la participación de más de diez ponentes nacionales e internacionales, quienes abordaron casos de éxito en diseño, innovación, industrialización y sustentabilidad.
Más de 400 participantes se registraron en el evento y se recibieron cerca de 300 propuestas de diseño. Los finalistas verán sus ideas materializadas en el centro cultural Laguna, en la Ciudad de México. El proyecto ganador será construido el 19 de septiembre, marcando un hito simbólico pero importante: la posibilidad real de construir con madera de forma segura, eficiente y sustentable en el contexto urbano mexicano. Es así que se presenta la oportunidad de resolver la crisis de vivienda desde nuestro sistema constructivo trinchera. Como bien compartió Jachen Duri, fundador de la Liga de la Madera, conforme a sus datos históricos de construcción se requieren cerca de 13M3 de madera para resolver una vivienda digna; nuestros datos de presupuesto indican lo mismo. De hecho; llevamos la investigación al extremo desde su solución arquitectónica, el volumen de demanda (800,000 unidades anuales) y la actual oferta de madera estructural sustentable y certificada en México: puede resolverse este déficit de manera circular y sustentable si aprovechamos las reservas certificadas de pino nacional ecológicamente. La respuesta está en nosotros.
Queremos felicitar sinceramente a los ganadores del Mass Timber Challenge 2025 con el proyecto “Léxico para la Autoconstrucción” (Alejandra Aguirre, Diana Monroy, Diego González Albarrán, Eduardo Pesado, Gabriel González), así como a lo finalistas Taller Tequio y Latur; y menciones honoríficas de Eter Arquitectura, Deambular, y Jimena Borbón de la Torre, por su compromiso, creatividad y visión de futuro. La materialización de este prototipo es una muestra de lo que se puede lograr cuando el conocimiento técnico se cruza con el diseño y la innovación.
Por: Juan Huicochea Mason, CEO de MICMAC
Este es un texto de la edición 154 de la revista Inmobiliare Connecta, dale CLIC AQUÍ para descargar.











